Hace unos minutos, circulaba yo por una calle transitada en Cuernavaca. Iba en el Mazda 3 de mi esposa, que se llama «Max» al que le tenemos mucho afecto y está siempre albeando.
Por eso me llamó la atención que, al rodar, desde la banqueta un fulano me hizo señas de alerta: «cuidado con esa llanta» me gritó.
Me intrigué y dije voy a revisarla en cuanto encuentre dónde pueda detenerme. Pero antes de que tuviera oportunidad de hacerlo, OTRO fulano de aspecto muy similar al primero y 50 m adelante, , me volvió a gritar «¡Se le va a zafar la rueda!».
Ah, caray, me dije, eso ya suena mal; ya me aprestaba a detenerme cuando, 30 m adelante, otro fulano más me gritó lo mismo.
Hmmm, demasiados voluntarios en medio kilómetro, me dije.
Más delante alcancé a ver a otro que estaba como esperándome.
Así que decidi no detenerme y como acababa de pasar frente a Mazda Cuernavaca, opté por virar en seco, meterme y revisarlo ahí.
En segundos el personal del taller de la agencia me recibió y una vez enterados, le dijeron a Juan -un amistoso y sonriente mecánico- que lo revisara.
Lo hizo en seguida con toda conciencia y en 5 minutos, lo subió a la rampa, le abrió el cofre, le hizo pruebas a todas las ruedas y lo miró con lámpara y atención. Me llamó desde donde ya me estaban dando un cafecito y me dijo:
«Su coche está en perfectas condiciones.
Ahorita se lo entrego en la entrada, espérelo ahí.
Y vaya tranquilo».
Me dio las llaves y yo le di la mano, en agradecimiento y sintiéndome entre amigos.
Me recordó cuando lo compré, ahí mismo, hace ya 6 años.
«Max» solo ha pisado la agencia para sus servicios, alguno de los cuales ni siquiera me costó.
Eso es Mazda.
Por eso considero que es la marca más humana y que te da, siempre, más de lo que esperas.
Gracias, Juan.
Gracias, Mazda.
@loremyk